#10 Coser, bordar y salir a jugar
Acerca de los hilos que entrelazan el bordado, la escritura y la infancia.
1.
A veces, entre las cosas de todos los días, aparece un objeto precioso. Una joya que brilla, más allá de su forma, valor o condición. Hace un tiempo, ordenando ropa de invierno, entre retazos de tela y gorros de lana, encontré una en mi casa. Es un bordado muy simple. Lo hicimos con mi hija cuando tenía 7 u 8 años, con un kit que yo compré y que había olvidado.
Cuando lo vi, me trasladó a esa escena de confección y me dio alegría. Pasé el dedo por los hilos, por el contorno de las formas, lo sostuve un rato. Y lo dejé por ahí, cerca, para poder volver a encontrarlo.
Algo de esa materialidad y esa calidez se hilvanó con una dimensión de la infancia en la que vengo pensando. La dimensión de lo sensible, la que apela a los sentidos y especialmente al tacto, ese que dejamos de lado en el mundo entre pantallas. Así empecé a tirar del hilo del bordado a ver qué cruces con la infancia podían aparecer.
2.
Lo primero es el cuidado. En Argentina, cuando nacen los bebés, se los recibe con ajuares tejidos, con baberos bordados. ¿En tu país también pasa? Si el bebé va creciendo y tiene suerte, alguien le cose un muñeco, un gorrito o un títere. Productos del amor que se convierten en tesoros familiares.
El bordado es una actividad que estuvo asociada al repliegue de las mujeres en el hogar. Pero también es un arte ancestral a través del cual se expresan las culturas, se transmite legado. Y se cuentan historias para ver y para sentir.
La materialidad de lo textil es caliente y es blanda. Los hilos acunan a los niños en su entramado, como un nido.
¿Sabías que el tacto es uno de los sentidos más importantes en la primera infancia? Pero, aunque de bebés tomamos todo lo que está a nuestro alcance y lo ponemos en la boca, a medida que crecemos se nos enseña que esta manera de conectar con el mundo está mal. “No toques eso” es una de las expresiones que más decimos a los chicos.
Esto dice la artista Marloeke van der Vlugt (Países Bajos, 1971), que estudia el valor del sentido del tacto en relación al arte y busca reactivar la experiencia táctil, las emociones y sensaciones que trae asociadas.
En el arte, la consigna es llevada al extremo. Se promueve la distancia estética, y escuchar y mirar se llevan la mayor parte de la experiencia. Los objetos en los museos están guardados en vitrinas. Todo esto a pesar de que difícilmente haya una experiencia más directa e impactante que la de tocar.
Marloeke van der Vlugt
Van der Vlugt quiere restaurar la importancia de este sentido, explorando la premisa “cómo toco el mundo y cómo el mundo me toca a mí”. Me pareció una idea espectacular.
3.
También dice Van der Vlugt: Incluso una experiencia visual se puede manifestar como tacto. Esto me pasa cuando miro las imágenes de bordados: desbordan la pantalla, las páginas impresas.
Quizás algo de esto explique por qué el bordado está muy presente en las narrativas para infancias. Como temática, como estética. En cuentos, libros y poemas (al final de esta carta te dejo una lista).
Es que la metáfora del tejido se relaciona a la escritura desde tiempos antiguos. El origen de la palabra “texto” se encuentra en el verbo latino texere: “tejer”, “trenzar”, “enlazar”.
Sobre esto hablé con Juliana Muñoz Toro, bordadora y escritora colombiana para público infantil a quien conocí en esta comunidad (¡gracias, Substack!).
“Para mí, la escritura, el bordado y la infancia están totalmente relacionadas, tienen muchos puntos en común. La escritura casi que se enseña de la misma manera en que uno puede enseñar a bordar. Hay puntadas que yo recuerdo mejor porque se hacen de izquierda a derecha, así como uno escribe de izquierda a derecha. Es esa práctica de puntada tras puntada, de letra a letra, para aprender un lenguaje.”
Juliana Muñoz Toro
Todos estos aprendizajes, en especial los de la escritura, suceden en la infancia.
Juliana me cuenta: “Para mí, mi infancia también es mi madre con su máquina de coser, cosiéndome ropa, disfraces, muñecas, ropa para las muñecas. Es una forma de cuidado, de atención, que uno casi que sólo aprende a valorar más en la adultez y es también un lenguaje de las manos que te está diciendo que te aman.”
Juliana borda y cose unas bellezas de narrativas textiles. Y algunos de sus bordados ilustran sus libros infantiles. “Estos tres temas que propones están unidos por un mismo hilo”, me dice.
“Las cosas olvidadas” es el último libro de Juliana y su tapa, cómo no, está bordada. Aquí un fragmento de uno de los poemas del libro.
(…)
El pájaro de coser
me traía en su pico
muñecas
libros
y hasta ballenas
de tela
para que nunca
olvidara
cómo es ser una niña.
Desde entonces
las máquinas que se vuelven pájaros
de coser
se parecen a las manos juntas
de mi madre
jugando con la sombra.
Un pájaro de coser, de Juliana Muñoz Toro.
4.
¿Y qué pasa cuando bordan los chicos? De esto charlé con Agus Giorgio, fundadora junto con Francisca Hollmann de Tienda Rosaura, un emprendimiento de juguetes textiles.
Agus y Fran se conocieron estudiando comunicación en la universidad. Como a las dos les interesaba la orientación comunitaria, se hicieron amigas. Cuando Agus atravesó una operación, Fran la acompañó en la recuperación enseñándole a coser.
Ese espacio con la costura, que luego se transformó en bordado, les abrió una conexión de disfrute. “Hay algo del tiempo del bordado que te baja”, me dice Agus. Y de esa experiencia nació Tienda Rosaura.
Agus me cuenta: “Hay algo con las infancias que nos convoca”. Así empezaron hace unos años a crear kits para bordar. Hoy dan talleres de bordado para chicos y chicas, de todos los contextos sociales y de todas las edades (incluso los más chiquitos pueden hacerlo, “así como en el jardín pueden aprender a usar la tijera, pueden aprender a usar la aguja”).
“Les explicamos que bordar es pintar con hilos. Y que van a crear algo con forma, textura y volumen. En el taller cada niño borda a su ritmo, con los colores que quiere, y como quiere. Hay algo de la sorpresa del hacer que atrapa a los chicos, esta posibilidad de crear su obra.”
Agus Giorgio
Agus me cuenta que, en un taller que dieron en una escuela, el chico más inquieto, ese que solo quería jugar al fútbol, se quedó después de hora terminando su bordado y dijo: Fue lo más maravilloso que hice en mi vida. Y en otro taller que dieron en un hospital, se emocionaron mucho cuando los chicos internados, al terminar la actividad, se metieron en la cama con su bordado y lo abrazaron para dormir.
La experiencia le mostró a Agus que bordar ayuda al equilibrio: “los chicos están más acostumbrados a ver a otros haciendo, en videos de TikTok, todo rápido y editado. El bordado ayuda a crear un paréntesis en el tiempo, a conectar a los chicos con el momento y el hacer”.
Los chicos se van felices y quieren volver a bordar. Pero no hace falta, porque todos se llevan consigo el aprendizaje para retomar cuando quieran. “Una aguja, un hijo y una tela en cualquier casa hay”, dice Agus.
5.
Gracias por acompañarme a tirar del hilo en esta edición textil. Me quedo pensando en cómo el bordado dialoga con las prácticas de la infancia y es un diálogo tan cálido, tan delicado.
Qué necesario es hacer tiempo para estas actividades fuera del tiempo. Sin nostalgia, que no se trata de eso. Que lo digital también es cultura, posibilidades y aprendizaje (se viene una entrega sobre este tema). Sino como recurso para ampliar la mirada (y todos los sentidos) para ver (y tocar) otras estéticas, otras tramas y narrativas más allá de las que nos llegan en esta era.
Para vivirlas y compartirlas con los chicos, para acercárselas y proponerles otras maneras de contar y de hacer. Porque bordar, como dice la canción que da título a esta edición, también puede ser un juego vital y creativo.
¿Te interesan estos cruces entre hilos, escritura e infancia? ¿Hay en tu casa algún tesoro bordado? Me encantaría saberlo. Si tenés ganas, déjame un comentario.
Hasta la próxima,
Carolina
Recomendados para seguir tirando del hilo
No des puntada sin hilo, (Amanuta). Una selección de dichos populares y anónimos de la cultura que traen enseñanzas, como “formulas mágicas”. Selección de Manuel Peña Muñoz y bordados hechos a mano por Maureen Chadwick.
La joven tejedora, de Marina Colasanti
Punto a punto, de Ana María Machado
La costura, de Isol. Un libro inspirado en un chal de tejido y bordado palestino.
El sentido olvidado. Ensayos sobre el tacto, una joya de Pablo Maurette. Editó Mardulce.
Perder el hilo, el Substack de Juliana Muñoz Toro. Una belleza en tu mail.
Tienda Rosaura. Seguí a Agus y a Fran en Instagram para conocer más de sus bordados y sus talleres (se viene uno en Palermo y otro en Castelar, en Buenos Aires, Argentina).
Qué entrega más bella y delicada. Profundamente agradecida por haberme pensado en esta entrega. Un honor!
Que siga este hilo!
Que hermoso sentir, gracias